Un nuevo indicador asocia la cantidad de parásitos en las tripas de los ciudadanos de un país con la imposibilidad de salir de la pobreza . John Lennon, propone mirar el mundo desde un nuevo punto de vista: el Índice Gusano. En el planeta, unos 2.000 millones de personas viven con gusanos en su cuerpo. Son parásitos que se alimentan de la sangre u otros tejidos de un individuo, monstruos que desfiguran, quitan el apetito o desatan diarreas letales. Los gusanos adultos colonizan el cuerpo humano y ponen miles de huevos cada día. Las personas infectadas son fábricas de futuros gusanos, que conquistan el entorno a través de las heces, generando un círculo perverso de enfermedad y pobreza.
“Creemos que la pobreza favorece las infecciones por gusanos, pero que también las infecciones por gusanos promueven la pobreza, a causa de sus efectos negativos a largo plazo en el crecimiento infantil, la salud de las madres y la productividad de los trabajadores”, explica Hotez, presidente del Instituto de Vacunas Sabin, una entidad sin ánimo de lucro que busca vacunas contra enfermedades olvidadas.
El nuevo Índice Gusano que propone Hotez se calcula dividiendo el número de personas de un país en riesgo de ser infectadas entre la población total. El pediatra tiene en cuenta tres enfermedades parasitarias: las helmintiasis transmitidas por el suelo, la esquistosomiasis y la elefantias.
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El método de la vacunación nació como u intento valido para sanar a las personas, como en su momento lo fue la variolación, pero al igual que la primera su eficacia es discutible. La diferencia es que la vacunación es más fácil de implementar y es parte de un método médico que representa millones y millones de dólares.
Además de ser inefectivas, algunas vacunas causan efectos secundarios bastante serios que parecen ser minimizados por los medios periodísticos manejados por el imperio. Desde la aparición de las vacunas, enfermedades que antes eran raras se han convertido en comunes, como la dislexia, el autismo, el asma y los casos de SIDS. El doctor Andrew Wakefield, por ejemplo, documentó extensivamente la conexión que hay entre la incidencia del autismo en la población infantil y su relación con el daño cerebral causado por la MMR, la popular vacuna contra la rubéola.
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