Un hombre de 41 años se presentó en una clínica colombiana,
en enero de 2013, con síntomas de fatiga, fiebre, tos, pérdida de peso, y un
diagnóstico de HIV de hacía siete años. El primer examen reveló la existencia
de tumores en los pulmones, el hígado y el resto del cuerpo.
Pero este cuadro extremo no fue lo que llamó la atención de
los médicos, sino el resultado de un análisis posterior, que reveló que las
células cancerígenas presentes en su cuerpo… no eran humanas. Tenía, por
empezar, un décimo del tamaño de una célula humana. Ante este inexplicable
hallazgo, fue convocado el Centro de Control de Enfermedades de Estados Unidos.
Los especialistas de dicha institución observaron que estas células, que
crecían como cáncer, también se fusionaban, algo muy inusual en células
humanas.
Posteriormente, un análisis molecular identificó niveles
altos de ADN de solitaria en los tumores. Es decir, eran células cancerígenas
de un parásito estomacal.
Cuando se descubrió el misterio, el paciente ya estaba
demasiado grave, y murió 72 horas después, habiéndose convertido en el primer
caso conocido en el mundo de transmisión de células cancerígenas de un parásito
a un humano. Esto fue posible dado que el parásito, que realiza todo su ciclo
vital en el cuerpo anfitrión, arroja cada día miles de huevos en el intestino;
uno de esos huevos atravesó el revestimiento intestinal, mutó y se volvió
cancerígeno. Como el paciente tenía el sistema inmune debilitado por el SIDA,
el cáncer del gusano pudo desarrollarse en su organismo; una combinación
excepcional de circunstancias que dieron lugar a un fenómeno muy extraño.
FUENTE: BBC Mundo
Imagen: Shutterstock
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