A primera vista este pintoresco cabo en la costa oriental del lago Onega (el segundo más grande de Europa y situado 700 km al noroeste de Moscú) parece otro bello lugar en el que poder cazar y pescar. No hay nada diabólico, aunque sea solo a primera vista.
Cuando los monjes ortodoxos llegaron aquí en el siglo XVI descubrieron que estaba profusamente decorado con petroglifos realizados antiguamente. Hay uno - concretamente el segundo más grande, que tiene una longitud de 2,46 metros que muestra “al demonio” como un gigante antropomorfo de cabeza cuadrada. Los monjes temían tanto aquella imagen que tallaron una cruz con la esperanza de que Jesús doblegara al hechicero pagano.
Su nombre, que significa “la punta del diablo” o "la nariz del diablo ", no es casual: en una roca del lago Onega figura un grabado que representa un ser, medio hombre, medio diablo, cuyo cuerpo está atravesado por una grieta en la piedra.
La leyenda asegura que quien permanezca mirando esta imagen de 2,46 metros durante mucho tiempo perderá el juicio o sufrirá un sinfín de calamidades.
Los arqueólogos han examinado durante años los petroglifos de la Nariz del Diablo y creen que estos dibujos tienen unos 5.000 años de antigüedad. Los autores quizá fueran los ancestros de los actuales carelios o de los fineses y resulta difícil afirmar si los petroglifos tenían algún tipo de oscuro poder místico. Nadie ha vivido en la Nariz del Diablo desde hace décadas y el último pueblo en la zona desapareció en la década de 1970.
Fuente:
•Varvara Gránkova
•rtbh
Imagen:
•Dreamstime
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