El Cerro la Cruz, por su ubicación estratégica fue una zona difícil para las operaciones de “limpieza y opresión” del Régimen Militar porque sus habitantes se enfrentaban ferozmente día a día contra las fuerzas represivas del Estado, en esos momentos entre los vecinos de la población hubieron grandes luchadores que con lo mínimo se las arreglaban para dar la pelea; estos vecinos en el día participaban en los clubes deportivos, se preocupaban de las ollas comunes o trabajaban como taxistas u otros trabajos que tenían contacto con la gente, y de noche organizaban la resistencia, era tal el dolor de cabeza que producían en las autoridades de la dictadura, que había que buscar otra estrategia para controlar la zona, otra idea, una idea revolucionaria que acabara de una vez por todas con la voz del pueblo.
Dentro de esta nueva forma de oprimir, el plan específico era aislar y destrozar a los sectores juveniles de la sociedad del cerro, controlando todo mediante la distribución de droga, que a la vez se convertía en un negocio redondo, había que destruir a los grupos de jóvenes empoderados con la causa de la libertad, causa que solo los provenientes de las familias pobres podían entender.
En ese tiempo la cocaína y la pasta base ingresaba a Chile desde Bolivia y Perú, en esos países también imperaban sangrientas dictaduras que simpatizaban con este régimen y por eso, naturalmente se creo una reciprocidad en la protección hacia la lucrativa actividad del trafico de cocaína; eso si, con algunas condiciones que favorecían a los gobiernos dominantes.
Alberto Casanueva vecino del Cerro la Cruz recuerda que “los narcos no respetaban a nadie llegaban en vehículos fiscales a dejar los cargamentos, yo era niño chico y trabajaba con los revendedores, ellos manejan mucho dinero; ‘compraban’ y ‘trabajaban’ con los detectives, con los militares y autoridades a todo nivel… habían días que vendíamos hasta 5 kilos diarios de pasta base en cajas de fósforos, venían las familias completas a buscar, desde abuelas hasta niños, la población estaba llena de fumones, incluso llegaban a buscar de otros lados, a nosotros nos enseñaban que no era tan malo distribuirla porque era una forma de matar el hambre en las familias, una vez fui a un laboratorio de azapa y había una especie de arnero, con pala los obreros tiraban la pasta para colarla”, a nadie lo detenían, a nadie lo llevaban preso y se debía a que los pequeños “carteles locales” de la droga trabajaban en conjunto con el Gobierno de Pinochet, comprometiéndose a pagar impuestos por sus operaciones y de controlar a las poblaciones mediante la distribución fácil y a bajo costo.
Ya a comienzos de los 90 el plan urdido por la dictadura había dado resultado.
Al respecto hay que recordar que en la década de 1970 y comienzos de la década de 1980, se encontró droga en aviones de LAN, en aparatos de la propia FACH enviados para reparaciones al norte e incluso, en un barco de la Armada. Eran los años en que el almirante José Toribio Merino visitaba frecuentemente Arica , donde se relacionaba con la antigua derecha Ariqueña y otros aristócratas locales vinculados con el lucrativo negocio.
Nuestra ciudad siempre ha tenido un ambiente de tranquilidad y por eso las organizaciones vinculadas al narcotráfico se dieron cuenta de que el valle de Azapa era el lugar ideal para “cocinar” la pasta base de cocaína , instalándose acá representantes de una organización colombiana que operó en Chile, donde su cabeza visible fue el empresario Manuel Losada, quien mantenía contactos con el ex operador colombiano del cartel de Cali en Chile que a la vez era socio de Marco Antonio Pinochet, hijo del Dictador. El operador se llamaba Carlos Zuluaga y era bastante conocido en el sub mundo del narcotráfico, donde incluso otros medios de la época aseguraban que además habría lavado dinero actuando con un conocido fabricante de armas chileno cercano al ejercito.
Para poder montar esta operación Zuluaga se contactó con un Coronel de inteligencia del Ejército chileno, el que le dio antecedentes sobre la calidad de los radares y ubicación de éstos en la frontera Norte, permitiendo que las aeronaves que regresaban de Europa con el dinero recaudado de la venta de drogas y armas no fueran detectadas. Algunos antiguos vecinos aseguran que en esos vuelos se embarcaba la droga refinada que salia desde acá y los residuos en forma de pasta base se quedaba en las poblaciones para calmar al pueblo .
Existe una investigación periodística que deja entrever que el tráfico de drogas y el de armas podrían ser la explicación de la suculenta fortuna de la familia Pinochet. En ella se revelan conexiones entre la dictadura, la familia Pinochet y el tráfico de drogas.
En Washington (1980), los periodistas Dinges y Landau informan que Manuel Contreras, director de la DINA, “dio protección a narcotraficantes recibiendo por ellos pagos que fueron a la DINA y al lobby cubano anticastrista” , lo que demuestra que las “conexiones y negocios” involucraron al alto mando de la dictadura, las FFAA y los servicios de seguridad. Una forma de “financiar” las operaciones exteriores de la DINA y posteriormente de la CNI habría sido el comercio clandestino de drogas , es por eso que algunos antiguos Ariqueños relacionan el trafico de cocaína de la época con gente vinculada al gobierno de la dictadura.
En la Actualidad, los jóvenes del cerro se destacan por su sentido social, ingenio, creatividad y progreso.
A mas de 40 años de este episodio, en el cerro La Cruz aún quedan algunos vestigios del plan de Pinochet, pero los esforzados vecinos han ido ganando la lucha contra el consumo, no sin antes haber sacrificado a toda una generación; sin embargo el plan se descontroló y la droga logró emigrar al resto del país, ese fue uno de los triunfos no contados de la derecha en Chile.
Fuente:
•ladefensadearica.
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