En la colina de Somerset, en el Oak Hammock Park, dentro del Municipio de Bernards en Nueva Jersey, se yergue en una amenazadora soledad un viejo roble de aspecto siniestro, con sus ramas abiertas hacia los cielos.
Los lugareños lo llaman “El árbol del diablo” (“devil’s tree” en inglés), pues la leyenda dice que bajo sus ramas se han registrado numerosos asesinatos, rituales satánicos y otros hechos de sangre.
LA HISTORIA :
Los relatos orales más antiguos de la región afirman que el árbol fue utilizado por el Ku Klux Klan de la región para “ajusticiar” a personas de raza negra o afroamericanos.
También entrando sigloXX se registró el caso de un granjero que vivía en las cercanías que se ahorcó en el mismo árbol después de matar a sus dos hijos. Rituales satánicos y que el asesino en serie Gerard John Schaefer, un ex policía conocido como “el carnicero de Blind Creek” que cometió múltiples crímenes de jóvenes a principios de la década del 70, violó, mutiló, ahorcó y enterró allí a dos muchachas junto al árbol, volviendo días después para cometer abominables actos de necrofilia con los cadáveres.
Además, se comenta que quienes han golpeado el árbol, se han burlado de él o incluso han orinado cerca de su tronco, han experimentado consecuentemente accidentes de tráfico o algún otro suceso nefasto.
¿Por qué nadie ha talado el árbol?
Se comenta que en una oportunidad las autoridades municipales locales decretaron que el árbol fuera derribado, pero los trabajadores encargados de hacer el trabajo no pudieron concluir su tarea. En primer lugar, las sierras eléctricas dejaron de funcionar inexplicablemente cuando los obreros se acercaron al árbol, y después, cuando volvieron a funcionar, los dientes de las sierras se rompieron cuando intentaron penetrar en aquella endemoniada madera.
Intentaron echar abajo el árbol con hachas, las hojas de metal se salieron de los mangos de madera tras los primeros golpes, por lo que finalmente se desistió de intentar talarlo. Desde entonces se asegura que el árbol del diablo tiene impreso el sello de la fatalidad y la muerte y se protege incluso a sí mismo, mandando mala suerte a quienes se atreven a ponerlo en peligro.
Por ello, los lugareños que afirmaban que las raíces se nutrían de sangre.
Fuente:
•Héctor Fuentes