La mayor parte de los cultivos son polinizados por las abejas comunes, mientras que la contribución de las especies consideradas raras o amenazadas es ‘casi nula’, según un estudio internacional en el que han participado investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).
Abeja solitaria 'Coelioxys mandibularis' / Nico Vereecken.
Abeja solitaria 'Coelioxys mandibularis' / Nico Vereecken.
El trabajo, publicado en Nature Communications, analiza el papel de las abejas silvestres en esta tarea de impacto económico.
El estudio, dirigido por científicos de la Universidad de Wageningen (Holanda), concluye que las especies de abejas raras y amenazadas apenas influyen en el proceso de polinización frente a las especies más comunes de estos insectos. Para comprobarlo, los autores han estudiado la contribución de las abejas silvestres a la polinización de 20 cultivos de girasol, peras, fresas, colza, habas o manzanas. Además, los investigadores han reunido información de 90 estudios previos sobre abejas salvajes en cinco continentes y han analizado cuáles de las 785 especies conocidas otorgan los mejores resultados económicos en la polinización de cultivos (los llamados ‘beneficios ecosistémicos’). A partir de estos datos, los científicos concluyen que la mayor parte del trabajo de polinización lo realiza un pequeño grupo de especies comunes que dan un beneficio “comparable económicamente al aportado por las abejas empleadas en apicultura”, mientras que las especies raras o amenazadas casi no intervienen en la polinización. El investigador de la Estación Biológica de Doñana Ignasi Bartomeus explica que “el hecho de que la naturaleza nos proporcione estos servicios ecosistémicos, es la razón principal que lleva a plantear políticas de conservación”. El coordinador del estudio, David Kleijn del Center for Ecosystem Studies en Wageningen, señala que, la actual política de conservación de especies, según los servicios que proporcionan, podría ser “contraproducente para las especies raras, que son la mayoría”. El grupo de investigadores defiende que la protección de las especies amenazadas debería ser una prioridad absoluta, “lo que subraya la importancia crucial de programas como la Red Natura 2000 y las Directivas de Aves y Hábitats”. Prácticas como la siembra de flores silvestres desplegada en los márgenes de los campos facilitan la protección de las especies de insectos más comunes aunque, según Bartomeus, “no funcionan para las especies raras” y a pesar de su menor implicación económica, “no significa que no hay que protegerlas”.
EFE
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