La Guerra de los Dioses
Uno de los manuscritos más largos y completos, perteneciente
al extraordinario hallazgo del Mar Muerto en 1947, habla de una guerra entre
“Los Hijos de la Luz y los Hijos de las Tinieblas”. Lo intrigante es que el
manuscrito no sólo anticipa una guerra de humanos —y que a la luz del panorama
mundial actual no resulta del todo descabellada—, sino que seres divinos se
involucrarán en un enfrentamiento contra la mismísima oscuridad:
“Los Hijos de la Luz lucharán contra los Hijos de las
Tinieblas con una demostración de poderío divino, en medio de un estrepitoso
tumulto, en medio de los gritos de dioses y hombres”.
Según el Mahabharata, un texto antiguo de la India, hubo una
feroz batalla en el cielo. El vencedor fue el poderoso Indra, que combatió
desde su vehículo aéreo a los asuras, que se ocultaban en sus “nubes
fortalezas”. Los himnos del Rig Veda describen así a la “deidad”:
“Tú avanzas de combate en combate intrépidamente,
destruyendo castillo tras castillo con tu fuerza. Tú Indra, con tu amigo, que
hace que el enemigo se doblegue, redujiste desde lejos al astuto Namuchi.
Tú que diste muerte a Naranja, Parnaya… Tú que has destruido
las cien ciudades de Vangrida.
Las crestas del noble cielo sacudiste cuando tú, atrevido,
por ti mismo heriste a Sambara”
Por otra parte, en los archivos reales de la cultura hitita,
se habla del dios Teshub —“Divino Tormentador”—, y de sus pretensiones por
controlar las regiones superiores de la Tierra; se menciona además las batallas
que el dios Kumarbi había lanzado contra él y contra sus descendientes. Al
igual que el relato que ofrecen otras culturas del mundo, el vengador Kumarbi
se apoya en otros “dioses” aliados para dar la batalla final.
El hilo conductor está en que los hititas, aunque
pronunciaban los nombres de sus deidades en su propia lengua, los escribían
utilizando la escritura sumeria… Para pensar un poco más, el término “divino”
que empleaban, “DIN.GIR”, es sumerio, y significa: “Los Justos de las Naves
Voladoras”.
Pero no todos fueron tan “justos”.
Todas las referencias que disponemos, ya sean largos relatos
épicos o proverbios de dos líneas, señalan a los dioses en medio de terribles
batallas estelares. La epopeya hitita, con claras connotaciones sumerias,
recuerda también el relato sánscrito de la batalla final entre Indra y el
“demonio” Vritra:
“Y entonces se pudo contemplar una terrorífica visión,
cuando dios y demonio entablaron combate. Vritra disparó sus agudos
proyectiles, sus incandescentes rayos y relámpagos…
Después, los relámpagos se pusieron a centellear, los
estremecedores rayos a restallar, lanzados orgullosamente por Indra…
Y de pronto el toque de difuntos de la perdición de Vritra
estuvo sonando con los chasquidos y estampidos de la lluvia de hierro de Indra;
perforado, clavado, aplastado, con un horrible alarido el agonizante demonio
cayó de cabeza…
E Indra le dio muerte con un rayo entre los hombros…”
Los textos antiguos de la India están llenos de estas
desconcertantes referencias a batallas en el cielo y vehículos voladores.
Volviendo al Mahabharata —palabra sánscrito que no en vano
significa “gran guerra”— se puede leer que Maia, otra curiosa “deidad” hindú,
construyó un gran habitáculo de metal, que fue trasladado al cielo… Cada una de
las divinidades, como Indra, Yama, Varuna, Kuvera y Brama, disponía de uno de
estos aparatos metálicos y voladores llamados “vimanas”. Estos vehículos
cósmicos tenían la forma de una esfera, y navegaban por los cielos por el
efecto del mercurio que provocaba un gran viento propulsor. Los hombres
alojados al interior de las vimanas podían recorrer grandes distancias en un
instante.
Otra referencia intrigante la aporta Narada —el gran sabio
de la antigua tradición— quien menciona a una “ciudad volante” perteneciente a
Indra, “estacionada” interrumpidamente en el cielo; por si ello fuera poco, ese
portento estaba rodeado de una “pared” blanca, que producía destellos de luz en
el firmamento. Sin comentarios.
En el Ramayana, otra antigua obra hindú, también se habla de
esos misteriosos objetos volantes. Según se dice, las personas que se montaban
en aquellos vehículos divinos podían viajar hacia los cielos y dirigirse
inclusive a las estrellas y a mundos lejanos, para luego retornar a la Tierra.
Esta y otras epopeyas hindúes, describen batallas aéreas con
“misiles” semejantes al rayo, capaces de destruir los sembrados y convertirlos
en tierra yerma. Una de tales armas, desprendía “un humo más brillante que diez
mil soles”. La desaparición de la ciudad de Mohenjo-Daro en la India, hace unos
3.500 años, podría estar relacionada con estos relatos. Según hoy sabemos,
sobre esa ciudad se produjo un resplandor deslumbrante, una gigantesca
explosión con una luz totalmente cegadora y que hizo hervir los mares cercanos
a este enclave costero.
Si el lector aún se tambalea en la duda ante aquel
cinematográfico efecto destructivo de las vimanas, echemos un vistazo al
siguiente párrafo del “Bhisma Parva”:
“Es un rayo desconocido, gigantesco, mensajero de la muerte
que redujo a cenizas a los Vrishnis y a los Andhakas. Los cadáveres quemados no
eran reconocibles. A los muertos se les caía el cabello y las uñas… Cukra,
volando en una vimana de gran poder, lanzó sobre la triple ciudad un objeto
único cargado con la fuerza del Universo. Una humareda incandescente, parecida
a diez mil soles, se elevó esplendoroso. Cuando la vimana descendió del cielo,
se vio como un reluciente bloque de metal posado en el suelo”.
Aquellas “guerras del cielo”, también son mencionadas en el
Apocalipsis de San Juan (Capítulo XII), donde Miguel y sus ángeles se enfrentan
al Dragón. Por otra parte, la mitología griega menciona la sublevación de los
dioses ante la suprema divinidad: Zeus. Resultado de ello fue una verdadera
batalla que tuvo como escenario las blancas paredes del Olimpo. Además, las
culturas americanas también hablan de una guerra en los cielos que ocurrió
“antes del diluvio”. ¿Acaso la guerra de los dioses provocó la legendaria
“inundación” del planeta? ¿Con ello no nos estaremos acercando a la historia de
la Atlántida?
Como fuere, hubo un “nuevo comienzo” en el mundo luego de
una catástrofe de proporciones inimaginables. El tiempo y las leyendas han
ocultado el misterio. Un misterio que señala un comportamiento bélico y
destructivo de los dioses o, para llamar las cosas por su nombre, de los seres
extraterrestres que visitaban en aquellos tiempos nuestro planeta.
Pienso que aquellas contiendas estelares no encuentran una
explicación satisfactoria únicamente en la cuarentena de protección planetaria.
La sensación que dejan los relatos antiguos es que aquellos seres, los
“dioses”, se “conocían”, y que se habían jurado batalla en la Tierra. Por
alguna razón —estimo poderosa— quienes estaban en nuestro mundo cumpliendo una
misión, se separaron tomando rumbos y posturas distintas. Y de un conflicto de
ideas se desencadenó el accionar belico.
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