. En los evangelios se niega de modo implícito que Jesús fuera Dios.
A pesar de que los evangelios proclaman que Jesús era el Hijo de Dios, también lo niegan de manera implícita al considerar que fue un profeta, un enviado o un siervo de Dios, pues tales calificativos –especialmente el de siervo- excluyen que Jesús fuera hijo de Dios y mucho más que se identificase con él. Así puede comprobarse a través de los siguientes pasajes:
a) Estando ya crucificado, Jesús exclama:
“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”
palabras que evidentemente no tendrían sentido si Jesús se identificase con el propio Dios y que además parecen implicar por parte de Jesús un desengaño respecto a ese Dios por haberle abandonado.
b) Igualmente, en el evangelio de Mateo se dice:
“Jesús se acercó y se dirigió a ellos con estas palabras: -Dios me ha dado autoridad plena sobre el cielo y la tierra”
Resulta evidente que, el hecho de que Dios le haya dado autoridad sólo tiene sentido en cuanto el propio Jesús no se identifique con Dios, pues no tendría sentido afirmar que Dios ha dado autoridad a Dios, mientras que sí lo tiene afirmar que Dios ha dado autoridad a Jesús en cuanto Jesús sea distinto de Dios.
c) Del mismo modo en el evangelio de Marcos se dice:
“el Señor Jesús fue elevado al cielo y se sentó a la diestra de Dios”
frase en la que, por una parte, se niega el dogma de la ascensión, ya que en ella no se afirma que Jesús ascendiera al cielo por su propio poder sino que “fue elevado”, y, por otra, se dice que se sentó a la diestra de Dios, lo cual no podría suceder si Jesús fuera Dios, pues afirmar que alguien se siente a su propia diestra no tiene sentido.
d) En el evangelio de Juan se afirma igualmente:
-“La doctrina que yo enseño no es mía, sino de aquél que me ha enviado”
pero es evidente que si Jesús fuera Dios la doctrina de Dios sería idéntica a la doctrina de Jesús. En este mismo evangelio se dice:
-“Porque yo no hablo en virtud de mi propia autoridad; es el Padre, que me ha enviado, quien me ordenó lo que debo decir y enseñar. Y sé que sus mandamientos llevan a la vida eterna. Por eso, yo enseño lo que he oído al Padre".
Es decir, Jesús dice que él no tiene autoridad por sí mismo sino por el Padre, que le ha enviado, pero, si Jesús se hubiera identificado con Dios, no habría tenido sentido la subordinación de Jesús al Padre en cuanto éste le hubiera enviado, pues Dios no puede estar subordinado a nada, y considerar que Dios (Hijo) estuviera subordinado a Dios (Padre) es igualmente absurdo, como lo es también la afirmación según la cual él no hablaba en virtud de su propia autoridad, pues, en cuanto fuera Dios, no podía existir una autoridad superior a la suya. Además, dice que fue el Padre quien le ordenó lo que debía decir, lo cual sería igualmente absurdo teniendo en cuenta que, desde la propia dogmática de la jerarquía católica, tanto el Padre como el Hijo serían Dios y, por ello, sería totalmente inadmisible que Dios (Padre) diese órdenes a Dios (Hijo). Igualmente, cuando dice “yo enseño lo que he oído al Padre” Jesús está reconociendo que él es sólo un mandado, que ni siquiera tiene criterio propio para saber qué tiene que decir, lo cual no encaja para nada con la idea de que Jesús fuera Dios en cuanto se considere que Dios es omnisapiente –y no sólo Dios Padre-.
e) En Hechos de los apóstoles se señala también la diferencia entre Jesús y Dios, cuando se dice:
“A este Jesús Dios lo ha resucitado, y de ello somos testigos todos nosotros”
pues la frase Dios ha resucitado a Jesús sólo parece tener sentido en cuanto Dios y Jesús sean distintos.
f) Más adelante se insiste en esta misma diferencia entre Jesús y Dios, y en la consideración de que Dios resucitó a Jesús:
“Pedro y los apóstoles respondieron: -Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros antepasados ha resucitado a Jesús […] Dios lo ha exaltado a su derecha como Príncipe y Salvador”
13. g) Igualmente, momentos antes de morir, Esteban dice: “-Veo los cielos abiertos, y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios”14, frase en la que se diferencian claramente las figuras de Jesús –Hijo del hombre- y Dios de un modo jerárquico: Dios como figura principal y Jesús como figura secundaria, aunque importante. Tiene importancia insistir en este detalle porque, si no se hubiera querido reflejar esta diferencia entre Dios y Jesús, el autor de ese escrito habría podido escribir que Esteban veía a Jesús sentado a la diestra del Padre, lo cual hubiera podido ser más verosímil o menos incompatible con el reconocimiento implícito de que tanto el Padre como Jesús eran Dios, pero no “a la diestra de Dios”, pues en ese caso se está diferenciando inevitablemente entre Jesús, por un parte, y Dios, por otra. h) En esta misma obra se llega incluso a considerar que Jesús sólo es un siervo de Dios, que, por lo tanto, no se identificaría con el propio Dios ni sería siquiera su hijo. En efecto, se dice en el correspondiente pasaje:
“El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros antepasados, ha manifestado la gloria de su siervo Jesús…”
i) Más adelante se insiste en esta misma consideración de Jesús como “siervo de Dios”, obediente a sus decisiones: “En esta ciudad, en efecto, se han aliado Herodes y Poncio Pilato, junto con extranjeros y gentes de Israel, contra tu siervo Jesús, al que ungiste, para hacer lo que tu poder y tu voluntad habían decidido de antemano que sucediera […] Manifiesta tu poder para que se realicen curaciones, señales y prodigios en el nombre de tu santo siervo Jesús”
de manera que, si Jesús era “siervo de Dios”, difícilmente podía ser “Dios”.
fuente POR: ANTONIO GARCÍA NINET
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