Le llaman “La Santa”, “La Comadre”, “La Bonita”, “La Flaca”, “La Señora” o “La Niña”.
Pega fuerte en el norte, en especial en donde la guerra al narco campea más. Según los antropólogos, entre 1950 y 1960 adquirió su forma actual.
Su origen es incierto, pero se cree que el culto tiene antecedentes en la era prehispánica. Se saben que en el mundo precolombino los muertos eran venerados a la par que los vivos, y que había toda una “industria” dedicada al satisfacer el bienestar de los seres queridos durante su estancia en el más allá.
Se trata de un esqueleto (muchas veces real) vestido con los ropajes de la Virgen María. Los distintos colores simbolizan, cada uno, algún aspecto particular.
El culto adquirió su mala fama debido a que en un principio era propio de criminales, pandilleros, ladrones y prostitutas. En algunas zonas se acompaña de la veneración a Jesús Malverde, denominado el “Santo de los Narcos”.
En 2011 se descubrió que David Romo, sacerdote no oficial y líder de la Iglesia de la Santa Muerte en el país, fue implicado en una banda de secuestradores.
Hoy, sin embargo, es uno de los principales cultos asentados en el territorio mexicano. En los mercados de brujos y yerbateros tan típicos la Santa Muerte ocupa el mismo espacio que los santos tradicionales.
Los analistas dicen que tiene cerca de 4 millones de fieles, principalmente en las cercanías de la frontera entre México y Estados Unidos.
Fuente:
por Eduardo Pérez, Ex guía de México
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