domingo, 5 de junio de 2016

“No negamos que existan los espíritus” etnia Rusa



Cerca de San Petersburgo existen varias aldeas en las que vive una antigua etnia rusa:
los izhorianos .

“Y entonces por el cielo voló un cazo de fuego llevándose la felicidad ajena”, recita con dramatismo Nikita, un hombre de pelo negro y unos 30 años, miembro de la etnia izhoriana.

Los izhorianos son una pequeña etnia ugrofinesa de Rusia (en total, según el último censo oficial, en el país viven 50 pequeñas etnias indígenas). Son un pueblo originario de la costa del mar Báltico.

En el siglo XII el papa de Roma en una bula (varios misioneros latinos que intentaron convertir a los paganos a su fe fueron brutalmente asesinados), ahora quedan únicamente varios centenares de personas. Numerosas guerras y convulsiones políticas de la historia reciente han llevado a la cultura izhoriana al borde de su extinción.

Los animales salvajes son muy habituales y nada amistosos: abundan los zorros, los osos y las martas.

La aldea está rodeada por un bosque espeso. El año pasado los vecinos de Vístino llegaron a tomar las armas para enfrentarse a una insolente manada de lobos que atacaron la aldea.

No obstante, es muy raro ver a los izhorianos con fusiles. No son cazadores. En cambio, la pesca siempre ha sido su principal ocupación, casi sagrada para ellos.

Tienen una infinidad de canciones y refranes sobre el mar. Las mujeres navegan en barcas del mismo modo que los hombres.

La lucha por la existencia de los pueblos indígenas del norte de Rusia
“Hace ya dos años que no se celebra el Día del Pescador — se lamenta una anciana —. Lo hemos sustituido por el Día de la Cultura Izhoriana.
¿Y qué cultura va a ser esa sin pescadores?”.

Según el refrán izhoriano el hombre habla tres veces en su vida:
,
"grita al nacer, da su consentimiento en el matrimonio y exhala su último suspiro al morir".

“¿Qué si creemos en los espíritus? Nosotros… no negamos que existan”, contesta el etnógrafo Nikita. “Nuestro sacerdote lucha de forma muy insistente contra ello.

Adornan un abeto en las bodas y después cuelgan ese mismo abeto del tejado. El abeto también acompaña al hombre en su último viaje: sus ramas cubren el camino hacia la tumba. Los familiares del difunto conservan estas ramas durante cuarenta días y después las queman.



Fuente:RBTH

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